La vuelta a casa ha supuesto un reto personal. Son inevitables las comparaciones: el agua del grifo, la comida, el frío en las casas, el no tener que espolsarme la nieve de los zapatos, mis perritooos, no andar con ese miedo constante a resbalarse, llamar por teléfono, LA TELE!, periódico en castellano, el coche!, los paseos perrunos y lo agradables que son las cacotas en el parque, mi gente, mi cama y almohada... He vuelto y no ha cambiado nada. Por una parte es reconfortante, por otra, desconcertante. Siempre esperas volver y que las cosas hayan cambiado tanto que ni te reconozcan, ni reconozcas. Pero no es así.
Me encuentro en una etapa en la que todo me parece bien y mal. Todo tiene un doble sentido y dos caras. Es un tanto extraño.
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