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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ahora lo comprendo todo...

Esta mañana he tenido una grandísima suerte. De camino al tren me he podido deleitar con uno de los espectáculos de la naturaleza: cuando es de noche y las farolas aún están en pie, la luz que refleja la nieve hace que ésta brille como si fuese purpurina. Es algo maravilloso. Además, mientras estaba en clase, bien recogidita y calentita, fuera, en la calle, los copos de nieve bailaban con el viento un waltz. Los abetos están cubiertos con ese polvo mágico navideño.

Por eso no decoran de manera ostentosa. Tienen la gran suerte de contar con la nieve, la mejor de las guirnaldas.

Ah, se me olvidaba, no me gusta la gente que juega sucio.

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